Madrid, Valencia o Barcelona

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7.02 de la mañana, y mis ojos pesan más que la soledad de mi alma.

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El resto de pasajeros duerme, y yo he cambiado de posición unas ocho veces. Es lo que tiene no poder dormir sobre las vias, es lo que tiene no saber si es mejor quedarse en la estación sin nombre o subirse al tren del pecado sin justificación alguna.
¡Me molesta que la gente duerma! ¡Que yo apenas he dormido 3 horas esta noche!

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El paisaje no me inspira, prefiero los campos de Bremen a Amsterdam contigo a mi lado, las vistas del mirador de San Nicolás, o Madrid desde lo alto de un avión. Vuelvo a Barcelona.

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Recién estrenados los 27 y a pesar de la constante ausencia de rumbo, me encuentro algo más animada. Pienso en la teoría del 9, esa que hace poco entre cerveza y cerveza me contó mi primo. Gracias a tí dibujo fácilmente una sonrisa en ese espejo que incluso Damián consiguió vencer. Me encantan las confesiones y risas etílicas de las que últimamente disfrutamos juntos.

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Sants. Paseo de Gracia. Ramblas. Colón. Maremagnum. Colón. Ramblas. Sants.

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21.57 de la noche. Ahora nadie duerme, demasiados asientos vacíos, y yo poniendo nombre a las ausencias como si de mi vagón rojo se tratara.

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No sé si eres capricho o debilidad. Pero no entra en mis planes invertir de forma gratuita con mi intuición en contra. Y a pesar de que mi sombra me asesina cada vez que me dejo llevar más de la cuenta, sigo haciéndolo de vez en cuando aunque no deba…

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“ Pidiéndole al silencio que baje la voz. Estoy como una bala sin dirección, ¿dónde voy yo?, castigada en el cielo…” Luis Ramiro

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Vida

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